No hace falta la muerte
para sentir que mueres.
Mi castigo:
perderte y nunca más tenerte,
cansarme de sufrir viviendo.
Amarte ha sido un martirio,
un dulce y amargo destino
que siempre traeré conmigo.
No hace falta la vida
para sentir que vives.
Mi alivio:
pensar en lo que aprendí contigo,
recordar los momentos vividos.
Amor como el nuestro,
jamás ha habido
y siempre te traeré conmigo.